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MANIFIESTA

Esa maldita costumbre de la Propaganda

A modo de advertencia y agradecimiento

Cierta enunciación y desarrollo de los temas podrían dar la impresión de que el planteo general de este escrito supone que la escuela pública no tiene problemas o que los maestros somos seres irreprochables, o cosa parecida. Nada más lejos de mi intención. El evitar extender el escrito aún más de su longitud presente hace que sólo me haya ocupado de los cuestionamientos que se realizan desde un pensamiento que pretende imponerse como absoluto y objetivo, sin exponer los cuestionamientos que podría hacer a la escuela como institución disciplinaria, que quedarán para otro momento.

Agradezco:

a Regina que me contó del programa televisivo en cuestión. De la charla que tuvimos, de lo que discutimos y de lo que me quedé pensando de esa discusión se nutre este escrito

y a Leandro cuya lectura del texto y aporte posterior permitió la modificación sustancial del mismo.

federico

 

Madrugada del miércoles. La televisión repite su programación.

Repite y reproduce.

Siempre lo mismo.

No obstante siempre es inquietante.

Es decir voy a referirme nuevamente a los, equivocadísimamente llamados, medios de comunicación.

 

Formatos

Habría que empezar por decir que “los medios de comunicación” no comunican nada.

Imponen una visión recortada y tendenciosa de las diversas realidades sobre las hablan. Expresan un pensamiento.

La cuestión es que este pensamiento, particular, utiliza diferentes mecanismos que le sirven para establecerse como único, a la vez que excluye a los pensamientos distintos a él, negándolos.

Con lo cual los aparentes medios de comunicación son medios de imposición de una visión parcial que va a pretenderse absoluta.

La combinación de diferentes medios adquiere, entonces, entidad de mecanismo. Todo mecanismo, a su vez, tiene una forma externa, que en televisión suele adquirir formatos de programas, que se repiten, incansablemente:

competencias donde pueden ir todos, pero sólo quedará uno; competencias donde van algunos, pero sólo quedará uno; ficciones con jóvenes hermosos que no pueden amarse; ficciones con gente común que no pueden amarse; periodismo con paneles de gente común que opina; periodismo con panelistas especializados que opinan; futbol; películas; noticias; etc.

Formatos que se repiten.

Todo formato requiere una puesta en escena.

Formato Periodismo Serio: un espacio; los costados están cruzados por objetos geométricos de gran tamaño con los dos o tres colores que representan al canal de televisión; a lo lejos el nombre del programa en una de las paredes; mesa de formato irregular, de alguno de esos colores u otro combinado; en la cabecera un periodista, traje, habla, pregunta, serio, preocupado, con gesto de ser agudo en sus preguntas e inteligente -hasta podría parecer audaz-.

Este formato asegura seriedad.

La seriedad supone pensamiento crítico y objetividad.

 

Programa

En un canal de cable exclusivo de noticias, parte de uno de los monopolios de “medios” del país, encuentro un programa conducido por un periodista -con mesa y traje, obviamente - en donde el tema del día era “prioridades de la educación”.

El periodista/conductor tiene dos invitadas, licenciadas ambas, en psicología y psicopedagogía.

Primer hecho significativo: para hablar de la educación y la escuela no hay maestros. Ni siquiera algún licenciado/a en Ciencias de la Educación. Luego hablaran algunos padres y hasta un ministro de Educación.

Los maestros seguirán ausentes.

Esto es símbolo perfecto del cómo un pensamiento excluye otros. Que el programa ponga a hablar sobre educación a varias personas en relación con la escuela, pero a ninguna de las personas que, de alguna manera, son parte esencial de una escuela –chicas, chicos y docentes- es evidencia de la imposición de una forma de pensar que, insisto, excluye, otras.

Sigo con la descripción.

El desarrollo del intercambio de opiniones partía de la hipótesis de que la educación tiene graves problemas y la intención del programa consistía en señalar y describir causas y proponer soluciones.

Cada detalle del programa en cuestión merecería un análisis, pero sería excesivo.

Voy a detenerme solamente en dos cuestiones que me parecen altamente significativas y que, de alguna forma, podrían sernos de utilidad al momento de pensar cómo nos posicionamos como maestros ante lo que el año que empieza augura.

Primera cuestión:

a pesar del enunciado del tema del programa -“prioridades de la educación”-, el periodista y las invitadas todo el tiempo se referían a “Laescuela”, con frases como “el problema de “Laescuela” es…” o “lo que sucede es que “Laescuela” ha fracasado con respecto a…”. Voy a llamar a este recurso retórico, aparentemente banal, personificación de la institución.

Segunda cuestión:

ante la pregunta de cuál es el problema actual de “Laescuela” ambas licenciadas coincidieron en que el problema es la capacitación de los docentes. Una de ellas, un poco más específicamente, señalaba la falta, y necesidad, de capacitación de los docentes para trabajar con la diversidad.

Y un último detalle importante, estas dos cuestiones que señalo giraban en relación a la educación/escuela pública, en donde, aparentemente, la escuela privada se mostraba a salvo de estos problemas.

 

Una persona llamada “Laescuela”

En relación a la primera cuestión se establece una línea muy sutil.

¿Se puede hablar de educación sin hablar de la escuela?

Probablemente no.

Mucho menos en esta sociedad en donde el dispositivo-escuela es el poseedor del monopolio de la educación.

Pero cuando se personifica una institución empieza a suceder otra cosa.

Qué es esto de la personificación?

Llamo personificar a la operación retórica de referirse a, en este caso, una institución, como si fuese una persona (la retórica discursiva es una superficie, pero no es un hecho superficial, todo lo contrario, de alguna forma –y esto es lo que hay desentrañar muchas veces- el discurso es evidencia del pensamiento que comunica, y en este sentido es importante estar alertas).

Esta personificación va a implicar categorizar lo personificado de gozar de cierta autonomía, ya que son atributos de la persona la capacidad de actuar y la responsabilidad sobre sus actos.

Si digo: “Juan ha fracasado” o “Juan ha perdido tal capacidad” aparece la responsabilidad de Juan en el fracaso y en la perdida. Si digo “Juan no puede tal cosa” también aparece la responsabilidad de Juan sobre su no poder, implicando una razón, por la cual no puede, que está en relación con cosas que Juan a realizado, o no, para no poder hacer eso que no puede -que a juicio de quien se expresa tiene una valoración moral más o menos negativa-.

Teniendo en cuenta todo esto ¿es posible referirse a la institución escuela de la misma forma en la que nos referimos a una persona? Evidentemente no. Pero ¿por qué?

En primer lugar, una obviedad: una institución no es una persona.

En segundo lugar, otra obviedad, aunque velada: una institución como la escuela no es autónoma, su accionar depende de instituciones anteriores, políticas, legales y, hasta, jurídicas.

Por ejemplo, la escolarización primaria en nuestro país es obligatoria desde 1884. Obligatoriedad establecida a partir de la famosa ley 1420.

Haré uso de un recurso que puede parecer forzado: teniendo en cuenta la obligatoriedad de la educación puede decirse “la escuela es obligatoria”. Ahora bien, en el programa televisivo en cuestión se hubiera dicho “Laescuela obliga a los niños a aprender” (obviamente las licenciadas y el periodista no hubieran dicho esto ya que sería absurdo para el discurso de cierto progresismo que ostentan, sin embargo traspolando los dichos sobre la “Laescuela” se produciría esa afirmación que ronda el absurdo)

A riesgo de ser redundante digo, la escuela no obliga a nadie a asistir a ella, sino que existe una legislación, dentro de una organización institucional particular, que establece que esa obligatoriedad. Dentro de esa organización institucional el establecimiento de este tipo de leyes es lo que suele definirse como “política de educación”.

Si se personifica una institución –y en la retórica del programa en cuestión la institución escuela aparecía como una especie de señora apellidada “Laescuela”- lo que se está obviando es las características esenciales de la institución y la existencia de políticas de educación definidas por los poderes políticos de turno que son puestas en práctica por la institución. O, también, la ausencia de políticas. O la subordinación de las políticas educativas a las políticas económicas establecidas, etc.

Por lo tanto personificar una institución es erróneo

En realidad haría error si la tal personificación sucediera involuntariamente.

Si así no fuese estaríamos ante una evidente enunciación ideológica, más o menos explícita, que habrá que develar.

Cuando se dice “Laescuela no puede trabajar con la diversidad” o “Laescuela ha fracasado” sucede una operación retórica que, mediante la personificación de la institución, responsabiliza al ente en cuestión de lo que puede o no puede hacer, una especie de atomización de la situación y del análisis. Y a la vez se oculta la existencia de políticas de educación aplicadas en la institución, y sus hacedores, que en todo caso son las que han fracasado.

Este recurso retórico en las estrategias de guerra podría denominarse táctica de diversión: distraer la atención sobre algo, llamando la atención sobre otra cosa.

 

Acerca del fracaso y del éxito

¿Qué implica esto de “el fracaso”?

Nos encontramos nuevamente con una operación discursiva tendiente a la imposición de un pensamiento sobre otros. Esta operación coincide en el objetivo general de la imposición, pero parece tener un objetivo particular específico.

Si algo -medio o herramienta- fracasa, es decir, no cumple con los objetivos que lo implican, simplemente no sirve, podríamos pensar en miles de ejemplos.

¿Por qué entonces, estas panelistas y el periodista, los funcionarios de turno, etc. hablan de fracaso(s), en lugar de decir, simplemente, que la escuela no sirve?

Podríamos aventurar decir que existe un imaginario colectivo residual en donde “la escuela” resiste cierto prestigio, con respecto a ser el lugar donde se aprende (en realidad ese prestigio tiene que ver más con la posibilidad de aprendizaje, y, en tanto la escuela culturalmente tiene ese monopolio, se le traslada ese prestigio). Ir en contra de esto es, por el momento, una riesgo muy alto aún, que parecen no querer correr.

Hay quienes pensamos –es decir esgrimimos otro pensamiento- que la situación actual de la escuela en particular, y de la sociedad en general, no son fracasos, todo lo contrario, son el éxito de la aplicación de planes, principalmente económicos, que se extienden en el tiempo.

Por lo tanto la operación discursiva particular de hablar de “fracasos”, y no de “logros, tiene el objetivo de no identificar al que enuncia con los hacedores de aquellas políticas. De resguardarse en la pretensión de objetividad.

 

Un acuerdo superficial y un profundo desacuerdo

¿La institución escuela tiene problemas que no puede abordar con éxito?

Sí.

En esto podría acordar con las licenciadas.

Inclusive podría decir, aunque sería tema de otra discusión, que el problema de la escuela es la escuela misma en tanto institución (por lo tanto no estoy tratando de defender la institución, si no de demostrar lo perverso de algunos discursos y cómo se los instala en la sociedad, y cómo éstos allanan el terreno a políticas claramente reaccionarias).

Pero explicar los problemas de la escuela mediante una personificación de la institución es, por lo menos, un error, que esconde la política de educación puesta en práctica y sus hacedores.

El problema mayor de esta situación es que nos encontramos en una etapa de radicalización de las políticas neoliberales aplicadas a la educación, que pretende llegar a una privatización, total o parcial, de la escuela pública (esto, por supuesto, con matices, las escuelas públicas podrían no desaparecer, podrían transformase en espacios de contención social)

Pero aún existe una traba para estas políticas. Como mencionaba hace un momento, si mañana por la mañana se decretará que todas las escuelas públicas pasarían a ser privadas, probablemente mucha gente se opondría, ya que existe un resabio de prestigio de la misma –obviamente, muy mal tratado, y con todos los matices que pudiéramos asignarle a ese prestigio-.

Aquí es donde cobra importancia la acción de los “medios de comunicación” como una especie de difuso, ampliadísimo y disperso, pero, no por esto menos, efectivo, Ministerio de Propaganda. A la usanza de los Estados Totalitarios que poblaron el s.XX. Esos Estados solían poner en marchas sus Ministerios de Propaganda antes que sus ejércitos.

Aquellas prácticas se parece mucho a estas que relato.

Entiendo que no hubo error en el discurso del programa en cuestión, sino un ataque velado a la escuela pública. El velo de la seriedad. ¿Cómo no creer a dos licenciadas y a un periodista, de traje, serio? Y si en perspectiva tenemos maestros que (sólo) paran y no dan clases… no hay mucho que pensar.

Exactamente. Esa es la propuesta: que no haya que pensar.

Hay que apropiarse de un pensamiento.

Un último ejemplo. En un momento se habló de que “Laescuela” fue abandonando su tarea pedagógica, debido a tener que cumplir un rol asistencialista.

Claramente quedó en primer plano la acción de abandonar la tarea pedagógica, con la consecuente carga negativa del concepto de abandono.

Pregunto una obviedad ¿no existieron políticas económicas que empobrecieron enormes masas de personas? ¿no habrá habido alguien que decidió que la escuela se ocuparía de asistir el empobrecimiento creciente en las escuelas, por ejemplo mediante la instalación de comedores, sin importar cómo afectaba esto la tarea pedagógica? ¿ese alguien no habrá estado en algún puesto político de gobierno?

Luego de todo este despliegue discursivo de un pensamiento el mecanismo de imposición empieza su tarea de llegada a la sociedad: esta señora “Laescuela” abandonó su tarea principal, entonces habrá que hacer algo con ella, por ejemplo gestionarla con capitales privados, no?

 

Una culpa amable

La segunda cuestión que me importa exponer y cuestionar es la de puntualizar el problema en la (falta de) capacitación docente para tratar con las “nuevas” problemáticas que llegan a la escuela.

Las, ya no tan, nuevas gestiones de gobierno nacional y municipal en sus discursos de asunción se ocuparon de cuestionar a los maestros con frases como “yo me eduqué en una escuela donde había clase todos los días”, “donde los maestros sabían más que los alumnos” y cosas por el estilo.

La culpa del problema de la educación recaía sobre los maestros.

Una culpa mala: licencias, paros, ignorancia. Esto ya quedó establecido en el imaginario social. Ese es el contexto en el que se recorta, entre otras cosas, este programa de opinión que relato.

Pero para que no quede agujero, surge otra culpa, algo más amable: los docentes no están capacitados porque “Laescuela” tiene nuevos problemas, no es responsabilidad directa de los docentes no estar capacitados, pero, dicen, objetivamente no lo están. Deben modificarlo.

Dos cosas para decir.

En principio, nuevamente la responsabilidad de los problemas de la educación recae sobre los docentes. Nadie habla de políticas educativas, de sus hacedores, de vaciamientos presupuestarios, de establecimiento de leyes que suponen modificaciones, fracasadas en otros países, para las cuales no había estructura, de ministros, etc.

Este punto me parece fundamental: para los funcionarios de turno los docentes son responsables, aunque sería más correcto decir culpables, del fracaso de “Laescuela”. Y éste fue, y parece que seguirá siendo, el leiv motiv de las gestiones de gobierno y sus socios, de alguna manera que desconocemos, mediáticos.

Y el leiv motiv puede aparecer violentamente y acusarnos de “robarle más días a los chicos”, o lejanamente diciendo que necesitamos capacitación para tratar aquellas cosas que no sabemos tratar.

Es decir, o bien somos vagos o bien estúpidos.

De cualquiera de las dos formas somos culpables.

Y, como otra cara de la misma moneda, la subestimación. Sobre el final de la entrevista el periodista –traje y mesa- les pregunta a las licenciadas qué le pedirían o sugerirían al ministro de educación si lo tuvieran enfrente. La psicopedagoga insiste en la cuestión de la capacitación, en la creación de programas, cursos, etc. para capacitar a los docentes en trabajar con la diversidad.

Esta es la expresión de un pensamiento político ideológico que, como venimos diciendo, utiliza mecanismo distintos para imponerse como absoluto, anulando, ignorando, eludiendo, ninguneando, otros pensamientos sobre el punto en debate.

Con respecto a esto de la capacitación podría oponerse otra idea, otro pensamiento. La apuesta será pensar un cómo.

Necesitamos partir de suponer que 1) los docentes no son estúpidos y 2) la experiencia cuenta.

Por ejemplo este tema de la diversidad. La “diversidad” no llegó de un día para el otro. Es decir, hace muchos años -10, 15, 20,30 en muchos lugares- que hay maestros trabajando con la “diversidad”, con dudas, preguntas, haciendo lo que pueden o los que se le ocurre a uno, dos, muchos, pensando entre algunos, no sabiendo pero haciendo, a tientas, probablemente, pero con compromiso con su tarea, equivocándose, acertando, aprendiendo.

Con lo cual hay experiencia.

La idea, entonces, es simple, no hace faltan programas ni cursos (sin dejar de lado que muchas veces los docentes que dan esos cursos son contratados, precarizándoselos). Hay que generar espacios de encuentro entre docentes para compartir experiencias, ideas, entre los más jóvenes y quienes tiene más años en las escuelas. Obviamente algunas experiencias podrán ser progresivas y otras regresivas. El encuentro, el intercambio, la discusión, muy probablemente, harán primar aquellas sobre estas.

Es decir siempre hay mucho por aprender.

Pero podemos aprender entre nosotros. E inclusive esto podría transformar algunos de los problemas que nos encontramos en la escuela

De todas formas esto es lo que hacemos.

Quien hace invariablemente aprende sobre lo que hace.

Y eso que se aprende tiene la posibilidad de potenciarse en el intercambio solidario del encuentro entre comunes.

y ninguna de las dos cosas debe subestimarse.

 

La farsa de la comunicación

Los “medios” –de comunicación- son medios, un medio más en el mecanismo de imponer un pensamiento exclusivo en torno a la sociedad en general.

Con relación al tema escuela pública, educación, o cómo quiera llamársele, este pensamiento que se impone como único pretende que la escuela es responsable en sí misma de las problemáticas que la aquejan, excluyendo del debate políticas económicas y educativas. Y al mismo tiempo que los maestros son también responsables/culpables de los problemas de “Laescuela” (inclusive desde algún punto de vista estas dos “razones” guardan cierta contradicción lógica).

Estas dos explicaciones del pensamiento único, y las proposiciones que de ella se sigan, son el telón de fondo en el que se desenvuelve nuestra coyuntura.

¿Cómo arrancamos el telón y ponemos en evidencia la farsa? ¿cómo confrontamos la subestimación y la culpabilización? ¿cómo rompemos la imposición de un pensamiento único? ¿cómo rompemos la lógica de suponer que sólo puede/debe existir un pensamiento válido?

Y en definitiva ¿cómo hacemos aparecer nuestro pensamiento en la discusión sobre los temas que nos afectan? ¿cómo hacemos que nuestro pensamiento se transforme en acción transformadora?

Incipientemente, ante la aridez del conflicto, durante 2008 dimos respuesta tácita a alguna de estas preguntas.

Habrá que seguir preguntándonos.

Pensando otro pensamiento.

Y seguir dando respuesta.

 

federico mercado

m. curricular de educ. musical

enero 2009

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