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MANIFIESTA

A propósito del pasado

No nos es posible desligarnos del pasado, materia prima de nuestro presente.

Algunos pueden jugar al olvido. Pretender ignorarlo.

Quienes asumen esta posibilidad caen, invariablemente, en la estúpida certeza de creer que el presente es una isla a la deriva sobre la nada. Abjuran de sus padres y ni recuerdan tener abuelos.

 

Otros consumen la parafernalia del consumo. Y ni sospechan que lo que hay, y también lo que no hay, están por lo que ha sido.

 

Han nacido sin detrás, sin raíz.

 

Otros buscan en él algunas respuestas. Las más de las veces, las encuentran.

De allí cierta ligazón para con todo aquello que nos lo remita de alguna forma: libro, historia, objeto, recuerdo, leyenda.

Memoria, que le dicen.

 

Pero el pasado entraña una casi paradójica e inevitable situación: es siempre reconstrucción, algo tendenciosa, digamos subjetiva.

El pasado pasa a ser lo que cada uno ve, o quiere ver, elige ver, de lo que pasó. La confirmación, o no, de lo que uno cree.

Podría desentrañarse la paradoja pensando que en esas reconstrucciones está lo más rico de la inevitable situación.

Podría pensarse que hay que juntar todo lo que cada uno reconstruye y ver qué se hace con lo que la suma de visiones nos da (y también, a que negarlo, es posible pensar que esto es imposible)

 

Tal vez sea que es posible pensar algunas ideas del hoy a través de los hechos del ayer. O que, por lo menos, éste es un modo de relación con el pasado.

Y entonces ¿no será que no se trata del pasado, sino de ideas? Relacionarlas con el pasado parece más una cuestión de estilo.

 

De algún modo la única forma de construir en el presente –construir y no reproducir las viejas prácticas que nos lo dejaron tal cómo está- es pensar el pasado, sí, pero negarle la cualidad de fundamento del presente, de principio explicador del hoy.

 

Pensar el pasado es, solamente, hacer uso de éste como medio para pensar. Lo importante, entonces, es pensar, extraer ideas de lo que pasó para hacer que nuevas cosas pasen hoy. Pensar el pasado es pensar más allá de éste, trascenderlo con ideas que surgen de la acción de pensarlo, pero no quedan encarceladas en él

 

El problema de la reconstrucción, del pasado, no es la subjetividad, sino la tergiversación.

Nadie está a salvo, por más buenas intenciones que tenga, de caer en reconstrucciones tergiversadoras. Como nadie está a salvo de reproducir en lugar de construir.

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