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MANIFIESTA

Algunas cuestiones sobre Participacion - primera parte-

Preludio

… a lo largo del texto irán apareciendo afirmaciones, presentadas de distintas formas, que, obviamente, corren por cuenta, exclusiva, de quien escribe. Es decir, si de una experiencia se deduce un principio político, esto implica que la responsabilidad de la deducción es individual (obviamente la individualidad se inscribe en lo colectivo y no supone individualismo todo lo contrario), cualquier afirmación no pretende hablar por nadie, ni representar a nadie, y ni siquiera –ni mucho menos- implica que quienes hayan participado de las mismas experiencias opinen lo mismo o necesariamente acuerden con las ideas expuestas…

… las citas a textos de distintas fuentes no busca regodearse en el supuesto “prestigio” que da leerlos, todo lo contrario, es simplemente el reconocimiento a ideas que circulan contemporáneamente y que permiten pensar la propia experiencia más allá de los saberes establecidos -que muchas veces funcionan como ataduras-. No sólo se trata de leer a tal o cual autor, sino de entenderlo (y esto no sucede con la frecuencia que uno quisiera…)

… por último el texto –su idea y realización- surge en el contexto, complejo y complicado, del conflicto entre los docentes de la ciudad de buenos aires y la nueva gestión de gobierno de marcada tendencia neoliberal,  prepotente y reaccionaria… en ese contexto comenzaron a aparecer nuevas situaciones generando inquietud y viejos paradigmas mostraron su inoperancia para lidiar con un Poder que aprende, siempre, mucho más rápido.

De ver si podemos aprender para no cometer errores evitables se trata este texto

 

Contexto

 

            Tal vez toda situación de conflicto exigen a quienes la atraviesan definiciones que, pueden o no, transformarse o producir acciones. Cada situación nos pone en la necesidad, y muchas veces la urgencia, de definirnos ante determinadas cuestiones, que, o no habíamos pensado o bien, al verlas a través del cristal de la realidad, modifican la impresión que de ellas teníamos.

            En el transcurso de este tipo de situaciones pueden darse distintas relaciones entre las ideas previas que tengamos, lo que creemos o sentimos y su puesta en acción, a saber:

-         que necesiten ajustarse a la práctica –sin claudicar o rescindir en nuestras ideas-

-         que sean imposibles de realizar y promuevan el abordaje a nuevas definiciones

-         o bien funcionen, e invariablemente se profundicen con su puesta en acción.

            De esto surge una evidencia: ninguna proposición, o idea, es inmune a las transformaciones que la acción genera (diferenciando, y oponiendo, entre transformaciones que profundizan lo propuesto y cambios oportunistas que abandonan las ideas iniciales por proposiciones más cómodas.)

 

            La sensación suele ser que la dinámica de cada conflicto reclama dar respuesta en tiempos más rápidos que nuestra capacidad de pensamiento y acción. Por ejemplo, en relación con el conflicto en el ámbito docente, aún estamos discutiendo, principalmente, sobre aspectos fundamentales en torno a la participación y la forma de organización.

            Esta discusión tuvo su aparición en la aparente contraposición que algunas prácticas asamblearias de pequeños grupos de maestras y maestros, en algunos distritos escolares de la ciudad, pareció generar a las prácticas sindicales tradicionales. Es decir aparentemente surgieron nuevas formas de, por lo menos, participar, que parecieron cuestionar la tradicional estructura sindical.

 

            Pero lo significativo es que la experiencia no se agota en esta contraposición.

            Fueron apareciendo otras instancias que, trascendiendo el conflicto, contemplan la problemática de la escuela pública dentro de esta sociedad. Y que además parten de esa problemática para poner, nuevamente, en cuestión la proposición de construcción de otra realidad, realmente, solidaria e igualitaria.

            Lo que resta responder es si esto fue/es realmente así.

            Si realmente aparecieron formas nuevas de participación.

            Si éstas, en virtud de qué ideas sostienen, permitirán la posibilidad de generar algún cambio, etc.

            Muchas cosas hay en cuestión, tal vez la incipiente experiencia nos de algún atisbo de respuesta.

            Si así no fuese valga la reflexión como crónica de un recorrido.

 

Encuentro

 

            A fines de 2007 nos cruzamos algunos maestros, en una asamblea en día de paro[1], que coincidíamos en estar trabajando en el mismo distrito escolar  - DE 13º, que reúne los barrios de Parque Avellaneda, Cildañez, Barrio Samoré y parte de Mataderos-.

De ese encuentro -elecciones a jefe de gobierno de por medio- surgió la proposición de juntarnos ante el panorama que se avecinaba, con la idea de generar un espacio de encuentro abierto a todos los maestros, por lo menos, de nuestro distrito escolar.

            Detrás de esa proposición había algunas cuestiones fundamentales que fuimos delineando en discusiones varias.

            En primer lugar consideramos que teníamos un principal inconveniente a enfrentar: el aislamiento -y la fragmentación consecuente- entre docentes. No sólo entre distintas escuelas del mismo distrito –ni hablar de escuelas de otros distritos-, sino, inclusive, dentro de cada escuela, siendo casi imposible encontrar un tiempo mínimo para discutir, en profundidad, con nuestras propias compañeras y compañeros problemáticas inherentes a la tarea pedagógica, y ni hablar de temas más generales como algún proyecto de ley de educación o la situación salarial, etc.

            Sin embargo este aislamiento y fragmentación sólo podrán considerarse tales si se comprende la enseñanza en la escuela como una tarea progresista, en donde se contemplan instancias de trabajo colectivo, de intercambio, de discusión y debate, de encuentro, etc. que van profundizando la propia práctica.

            Pero la escuela también, o tal vez por sobre todo lo demás, entraña un aspecto conservador, donde, justamente, el aislamiento y la fragmentación se vuelven imprescindibles. Ejemplo paradigmático de esto último es la conocida proposición de que cuando el maestro se encierra en el aula olvida todo para ser feliz enseñando.

            Estas dos proposiciones antagónicas conviven, expresándose en la paradoja inherente a la institución: la coexistencia del aspecto progresista –que considera el aprendizaje como necesario para la libertad de la persona- y el aspecto conservador –aquel que educa en la normalización y homologación de la persona de forma tal que sea gobernable-[2]. Todo esto para decir, si nos volcamos, más o menos decididamente, hacia el aspecto progresista de la enseñanza, la fragmentación y el aislamiento son un obstáculo a salvar (si nos volcamos hacia el aspecto conservador la fragmentación y el aislamiento son un refugio seguro)

            Aquel, pequeño, grupo de maestros del distrito 13º al intentar salvar ese obstáculo comenzamos a hacer algunas afirmaciones que irían cobrando importancia con el transcurso de las acciones.

            En primero lugar coincidíamos en resaltar la invalorable experiencia de cada maestra y maestro, y nos proponíamos sacar de esas experiencias las respuestas necesarias a toda problemática surgida en cada ámbito de trabajo[3]. De lo cual deducíamos la necesidad de generar espacios de encuentro, de discusión, que pudieran hacer surgir ideas capaces de usarse como respuestas. Estos espacios tendrían la principal característica de ser abiertos, es decir, que no hubiera condición de entrada más que la disposición a encontrar respuestas colectivamente.

            La propuesta nos parecía la justa en la coyuntura planteada. Al mismo tiempo implicaba un cuestionamiento a paradigmas naturalizados.        Básicamente, si existe un ámbito laboral, con problemáticas particulares, quien allí trabaja  algo tiene para decir y proponer sobre sus problemática y partir de ello para pensar, en conjunto con el resto de los que allí trabajan, soluciones.

            Por todo esto las propuestas iniciales convocaban al encuentro para compartir experiencias que dieran cuenta de problemáticas comunes, complementarlas con otras experiencias, discutir sobre ellas e intentar construir propuestas y respuestas surgidas de la discusión.

 

            Aquí nos chocamos con dos aspectos de la realidad escolar: la escuela como institución –con su paradigma vertical jerárquico y conservador- y la desmovilización general, de la cual el ámbito docente no es inmune.

 

            Por un lado la jerarquía: si existe una problemática particular en una escuela, y maestras y maestros de esa escuela generan una proposición de solución, ésta sólo podrá aplicarse si es avalada por la conducción, luego por la supervisión, y hasta podría necesitar la aprobación ministerial, con lo cual la información que el docente tiene de la situación y las propuestas que pueda dar a partir de ella, sumando la propia experiencia, termina valiendo poco, o nada (o termina dependiendo de la buena disposición de la escala jerárquica[4]).

            Otro aspecto de esta situación es que muchas veces no nos planteamos, ni siquiera, el intento de proponer cambiar situaciones en la creencia de que será imposible, producto de la experiencia o de una naturalización de toda situación indigna.

            Al mismo tiempo suelen llegar proposiciones o propuestas a las escuelas por la vía jerárquica que pretenden solucionar problemáticas que a veces son inexistentes, o bien terminan siendo ineficaces o intrascendentes por su carácter esporádico que muchas veces está más relacionado con los tiempos “políticos”.

            Estas situaciones, tan cotidianas en las escuelas, son profundamente desmovilizadora, con lo cual la propuesta de encuentro para pensar conjuntamente e intentar dar respuesta a problemáticas comunes no es convocante ni, mucho menos, masiva.

            Así fue que recibíamos el aliento, bastante efusivo, de compañeras y compañeros, pero en las actividades no lográbamos superar el pequeño número de quienes convocábamos[5].

            Sin embargo las discusiones que teníamos iban delimitando algunas ideas a partir de las que cada uno traía, y éstas a su vez iban profundizándose en el intercambio.

 

Principios

 

            Cada una de esas ideas puede valer como principio[6] que guíe la práctica.

            Un principio es eso, un punto de partida, aquello desde lo cual empezar a accionar.

            Sin embargo para convertirlo en un principio político no debe abandonarse nunca la práctica de ponerlo delante de toda proposición o de toda acción. O podría decirse que, justamente, un principio político es aquel que guía toda acción. Por lo tanto no debe ser un enunciado vacío, debe ser un enunciado que anuncie una práctica, a la vez que la sostenga. ¿Cómo podrían enunciarse estos principios a los que veníamos haciendo referencia? arriesgo unos enunciados:

  • quienes son afectados por circunstancias o problemáticas particulares son capaces de decir algo sobre el hecho en cuestión
  • a la vez, lo que cada quien aporte tiene que sumarse, necesariamente, a lo que digan otros, también afectados por la circunstancia común
  • esta suma de aportes debe darse en un espacio común de encuentro y discusión

           

            Esta serie de principios lleva implícita un cuestionamiento, una crítica: enunciar que cada quien tiene algo para decir sobre aquello que lo afecta y que eso que dice tiene la posibilidad de producir una respuesta a la problemática, afirma que toda intermediación es prescindible, y hasta indeseable.

            Estos principios cuestionan, entonces, la re-presentación y las instituciones que se sustentan en ella.

 

Encuentro (II)

 

            Sin embargo sucedió algo curioso, y que denotó cierta novedad.

            Si bien el cuestionamiento a la representación es casi una constante, éste no se manifiesta más que en un descontento, bastante generalizado, hacia las estructuras sindicales, pero que difícilmente traspasa el límite de la queja. Y en relación con las gestiones de gobierno, de cualquier tipo, la naturalización es tan grande que a veces ni alcanza la queja.

            La novedad surge cuando ese descontento, que puede basarse en un cuestionamiento, cruza ese límite de la queja y la desmovilización y tiene su manifestación en una acción.

            Con el conflicto en marcha, y agravándose, maestras y maestros del DE 12 – que abarca los barrios de Flores, Floresta norte, Paternal, Villa Mitre y Santa Rita- convocan a una reunión abierta a todo el que quiera aportar ideas, dudas o preguntas, con el claro propósito de enfrentar el conflicto de alguna otra forma, a construir en el encuentro y la discusión.

            Entre los hechos más significativos de la reunión está que ésta se transformó en una “verdadera”[7] asamblea, en donde cada uno de los presentes aportó sus opiniones, ideas y propuestas, se discutió llanamente y se llegó a conclusiones y propuestas surgidas de esas discusiones. De ese encuentro surgió una categorización del conflicto que excedía el planteo institucionalizado hasta el momento. Este exceso implicaba una definición de la situación en la cual el conflicto –planteado sólo a nivel salarial- era parte de una problemática más grande, y grave, es decir que la problemática incluía el plano salarial sin agotarse en él.

            A partir de esa definición se proponían tres espacios para pensar y hacia donde dirigir la acción:

  • un espacio hacia adentro; que planteaba la necesidad de discutir y organizarse con cada compañera y compañero en las escuelas, pero como espacio de formación, es decir, también se lo pensaba como necesidad propia de quienes estábamos allí.
  • un espacio hacia la comunidad: que planteaba la necesidad de difundir este diagnóstico de la problemática de la escuela pública, que excedía lo salarial, a la vez que buscaba contrarrestar –en la medida de las humildes posibilidades- la obscena tarea de los medios formadores de masas en desacreditar el reclamo docente, alineados claramente detrás de la nueva gestión de gobierno de la ciudad de bs as.
  • un espacio hacia el Poder/gobierno de turno: que planteaba la necesidad de hacer fuertes las medidas de fuerza, a la vez de proponer nuevas acciones, más allá de las tradicionales.

            Coincidiendo en que la complejidad, y complicación, de la situación nos ponía en la necesidad de accionar en los tres espacios a la vez.

 

            Esta asamblea entonces apareció como una situación extraña en el contexto del conflicto. ¿Por qué? ¿Dónde radica la extrañeza?

            En el modo de participación. Quienes estábamos allí no esperábamos nada de nadie, discutimos y consensuamos propuestas y acciones concretas a partir de una definición de la problemática que nos afectaba, definición construida en conjunto y consensuada in situ. En ningún momento se planteó tomar esas propuestas y llevarlas a alguien más para que las realice. La discusión implicaba, en sí, la realización.

 

            En esta asamblea el descontento se manifestó en acción, traspasando el límite de la queja. Esto es lo que dio cuenta de cierta novedad y de una potencialidad capaz de romper los viejos paradigmas naturalizados.

            De alguna forma esa asamblea del DE 12º estaba respondiendo a los mismos principios que sostenían las propuestas de los maestros del 13º.

 

Asamblea

 

            Aquí sobrevienen algunos aspectos en los cuales debemos ser cuidadosos.

            Una asamblea es una práctica[8]. No es una institución. Convocar a asamblea no es, solamente, convocar a reunirse, sino que debe existir una situación base que dice que eso es una asamblea, si se convoca para informar, convencer o imponer una idea anterior al encuentro no hay asamblea, hay otra cosa muy distinta. Vale decir, entonces, una asamblea es una reunión de personas, y, obviamente (pero no está demás señalarlo), no toda reunión de personas es una asamblea.

            El término asamblea proviene del francés assemblée que significa reunión de muchas personas convocadas para algún fin, derivada del verbo “assembler”, que no es otra cosa que juntar. Como se puede apreciar una práctica se denomina con un verbo.

            El cuidado debe tenerse con la tendencia a homologar esta concepción de la asamblea con otra distinta.

            Ronda por ahí otra concepción de asamblea que está relacionada con la democracia y que culmina, paradójicamente, en la representación.

            Hemos oído hasta el hartazgo la siguiente definición “democracia = gobierno (cracia) del pueblo (demos)”. En efecto la democracia era el gobierno del demos –que nos traducen como pueblo-. La trampa está en la definición de aquel demos confundida con este pueblo.

            El demos griego eran los ciudadanos de la polis –los politikós-. Pero no todos los habitantes de la polis eran ciudadanos, quedaban excluidas mujeres, niños, extranjeros y esclavos[9], (inclusive en determinados períodos sólo eran ciudadanos quienes descendían de padre y madre atenienses).

            Los ciudadanos –politikós- decidían sobre los problemas de su ciudad reuniéndose, discutiendo y consensuando. En estas reuniones no había jerarquías, cada uno de los ciudadanos –politikós- era igual, y tenía el mismo derecho a estar y opinar, que los demás. Es decir esta reunión era un encuentro de iguales, que discutía sobre los problemas que los afectaban y tomaban decisiones. Esto se nos traduce como asamblea, ya que cada ciudadano asistía al encuentro y debatía con sus iguales.

            Sin embargo se abren dos cuestiones. Por un lado este rasgo de igualdad –entre ciudadanos- es el que nos llega como inherente a la democracia, que, como se puede apreciar, es  relativo ya que esa “igualdad” excluía un enorme número de habitantes. Es decir, la igualdad griega era una igualdad para pocos. Vale señalar un dato no menor: como todos los ciudadanos tenían derecho a participar en las decisiones, estaban presentes, es decir no había re-presentantes, alguien que invocara la presencia de otro. De lo cual es deducible que una democracia representativa es por lo menos una incongruencia, tanto como una trampa.

            Por otro lado, nos traducen el órgano de discusión de esos ciudadanos-iguales (insisto, politikós) como asamblea. Sin embargo la palabra que utilizaban los griegos para ese órgano de decisión era ekklesía, término que implica exclusión[10]. Es decir los griegos sabían que hablaban de una igualdad restringida a unos pocos, por eso el término con el que nombran su órgano de decisión no es uno parecido al “assembler” francés, sino uno que denota exactamente esa restricción, y la exclusión tácita de su sistema de gobierno.

 

            Entonces el reparo radica en algunos puntos que no deben confundirse con otros que son antagónicos.

            La práctica asamblearia no puede ser representativa[11], sino que se nutre del pensamiento y la acción de quienes están presentes. Éstos no deben, ni pueden, hablar en nombre de quienes no están allí. El rasgo igualitario se da entre los presentes, que participan de la situación en igualdad de condiciones[12]

            A la vez el juntarse –assembler- no delimita una identidad cerrada que excluye. Quien esté presente opina, discute y arriba a conclusiones junto a los demás, más allá de la pertenencia o no al grupo producto de un lazo social particular[13], que puede estar convocando.

            Por lo tanto hay asamblea cuando la reunión de individuos se construye sobre la premisa de igualdad de los presentes y cuando al mismo tiempo, en tanto la reunión no establece un límite identitario, la igualdad se proyecta hacia cualquiera. La igualdad se hace efectiva en los presentes y es posible para todo el que llegue.

            Lejos está, entonces, esta concepción del encuentro o práctica asamblearia de la proposición de los viejos polítikós griegos de la igualdad para algunos.

            Y lejos también de las concepciones en las cuales mediante un algo complejo mecanismo de homonimia[14] o polisemia se confunde la delegación representativa con la participación.

            La delegación y la representación no son formas de participación.

            La participación es real o no es.

 

            Estos inicios que fueron, más que superficialmente, relatados implicaron un modo participación, por lo menos, desacostumbrada. Seguido de esto, un aprendizaje constante, desde el cómo de los modos colectivos de acción hasta los urgentes cambios en la comunicación y la escucha con los otros. Produciendo, me arriesgo a decir, una práctica solidaria, a contrapelo de lo propuesto por los cánones contemporáneos.

 

            En esto tal vez anide lo potente de estas experiencias que además de celebrar habrá que saber continuar y sostener.



[1] Esta asamblea era una de las llamadas “asambleas abiertas” convocadas por el sindicato Ademys (en tanto pueden participar afiliados y no afiliados), a donde muchos nos acercamos para ver si sucedía algo distinto.

[2] Si afirmamos que esta situación dicotómica es real en la realidad cotidiana de cada escuela –y lo afirmamos porque lo vivimos cada día- cabe preguntarnos cómo resolvemos esa dicotomía, para trascenderla.

[3] Personalmente nunca dejan de maravillarme las respuestas que cada maestra o maestro pueden dar a las distintas situaciones que surgen, fruto de la experiencia. A la vez no deja de indignarme como esas ideas o propuestas muchas veces se diluyen por el aislamiento que mencionaba anteriormente, siendo que compartiéndolas serían trascendentes para otras maestras, maestros y escuelas. La misma indignación, o mayor, me genera la subestimación desde diferentes ámbitos, tan disímiles, en apariencia, como gobiernos, medios de formación de masas y sindicatos.

[4] Para no mencionar que lamentablemente muchas veces los puestos jerárquicos están ocupados por gente de capacidad relativa y las más de las veces, personas de tendencia, por lo menos conservadora, cuando no directamente reaccionaria. Obviamente esto no es absoluto, existen en los cargos directivos gente de pensamiento abierto y dispuesto, lo cual hace resaltar mucho más lo anterior.

[5] Cabe aclarar que en virtud de saber que la convocatoria está siempre condicionada por la desmovilización fuimos proponiendo diferentes y paralelas actividades, desde un ciclo de cine mensual hasta encuentros para oponernos activamente al quite de las jornadas de reflexión institucional, además de distintas formas de participación. En todas hubo una mínima, o nula, respuesta activa.

[6] Sigo –más o menos, ya que no hay pretensión de ningún dogmatismo- la idea de que una política que no reproduzca los paradigmas de Poder establecidos y naturalizados debe sostenerse en principios para ser una política emancipativa del artículo “Algunas ideas para otra política” de Raúl Cerdeiras, revista acontecimiento nº 35, 2008. Si bien hay algunas cosas del mencionado artículo con las que no acuerdo, y otras que no entiendo, la idea de los principios como potenciales articuladores de otra política me parece potente, y de ella hago uso.

[7] El verdadera va entre comillas para explicitar algo que más adelante se desarrollará: una asamblea es una asamblea, no hay verdaderas y falsas asambleas, porque una asamblea es una práctica, si esa practica no sucede no hay asamblea, hay otra cosa, por lo tanto decir verdadera asamblea es una redundancia, de allí las comillas.

[8] Estas consideraciones que siguen aquí están tomadas principalmente de dos textos. Por un lado de “en torno a la anarquía”, libro de un compañero y amigo, Hernún, que no está editado pero se puede descargar desde http://hernun.com.ar/blogs/enta/descargas, y de los artículos “Los usos de la democracia” y “La comunidad de los iguales” de Jacques Ranciere, reunidos en el libro “En los bordes de lo político”

[9] No se nota cierta similitud con la actualidad?

[10] La etimología de ekklesía contiene el prefijo ek antecedente de nuestro ex, afuera, fuera de; y kléio que significa cerrar, aunque también se suele citar el mismo prefijo pero seguido de kaleo que significa llamar. Es decir ekklesía puede entenderse como sacar fuera y cerrar o sacar fuera para llamar a los que sí estarán dentro. De cualquiera de las dos formas hay exclusión en base a la desigualdad.

[11] Obviamente que se puede hacer una reunión representativa y decidir por quienes no están, y luego pretender que los que no están sostengan las decisiones hechas sin su aporte, y llamar a esto asamblea, pero en realidad esa reunión es otra cosa muy distinta. Y aunque parezca un problema de semántica, no lo es, muy por el contrario, se trata de cómo se nombran las ideas que se sostienen, y como se usan los nombres para el engaño o la trampa.

[12] Más allá de que hable más o menos, proponga o discuta más o menos. La situación de encuentro es la que propone la igualdad en tanto establezca la delimitación del tema o problemática a abordar.

[13] Es decir, en una asamblea de maestros –en el sentido positivo en que la estamos describiendo y proponiendo y como de hecho sucedió con la asamblea del DE 12- puede participar quien quiera con la única premisa de discutir sobre lo que se está discutiendo, y en este sentido se transforma en un espacio de formación cultural muy potente.

[14] Puede ser importante el análisis del concepto de homonimia aplicado a la discusión o los mecanismos de control, en donde pasa a nombrarse dos conceptos distintos con una misma palabra. No suele haber error o ingenuidad en estos mecanismos discursivos. Tal vez el caso más paradigmático sea el de la palabra Poder, que puede referirse a la dominación –cuando se trata de esta referencia suele usarse con mayúscula- o la potencia.

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