Blogia
MANIFIESTA

De pasados, presentes, culturas y trabajo

La huelga general del 1º de mayo de 1886 perseguía un fin: reclamar ocho horas de trabajo bajo el lema: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Esta simple consigna contiene tanto la lucha por las condiciones de trabajo como sus consecuencias en la vida de todo trabajador. El desarrollo de luchas obreras durante la primera parte del siglo XX provocó mejoras en las condiciones laborales, costando esfuerzo y muchas vidas a los trabajadores. Sin embargo, sus conquistas fueron perdiéndose en la última parte del siglo, dejando a los trabajadores en condiciones parecidas a las del siglo XIX.

¿Por qué se perdieron? Por muchos factores. Uno de ellos, tal vez de los más importantes, fue y sigue siendo la destrucción de la cultura obrera: la destrucción del modo de pensarse a sí mismos que los trabajadores, en su gran mayoría, tenían, propagaban y afianzaban a cada paso.

CRISIS DE LA CULTURA OBRERA

“¿Quiere que le diga cuáles son las ideas más importantes que nos hacen ser como somos? Son tres: La Solidaridad, La Fraternidad y el Apoyo Mutuo. Con esos tres eslabones se puede enarbolar una bandera. La Solidaridad es la de aquel que por oportunidad dispone de un pedazo más de pan y se lo brinda a otros. La Fraternidad trata del amor al prójimo: los trabajadores se abrazan en una batalla por conseguir un Convenio mejor. Y el apoyo Mutuo significa que uno con otro y otro y otro van formando un bastión. Y ahí se va a tropezar el que viene a embestir.” J. Domingo Trama[1]

Paralelamente a la conformación de una cultura sostenida en estos vínculos, las clases dominantes introducían cambios en la manera de organizar el trabajo que, combinados con distintas acciones represivas y de control, minarían la cultura obrera. Antes, dentro de los ámbitos laborales la circulación de conocimiento giraba en torno a la especialización. Ésta implicaba un saber que iba pasando de los obreros especializados a los aprendices, luego de un largo proceso de aprendizaje del oficio. Una característica principal de esa cultura obrera era que el dominio del oficio se traspasaba de trabajadores a trabajadores, estableciendo vínculos y códigos en un proceso regido exclusivamente por obreros.

“Aprendieron a verse como una clase obrera única, y a considerar este hecho como el más importante, con mucho, de su situación como seres humanos dentro de la sociedad (…) Los unía, por último, el elemento fundamental de sus vidas: la colectividad, el predominio del “nosotros” sobre el “yo”. Lo que proporcionaba a los movimientos y partidos obreros su fuerza era la convicción, justificada, de los trabajadores de que la gente como ellos no podía mejorar su situación mediante una actuación individual, sino sólo mediante la actuación colectiva”[2]

El fordismo y el taylorismo impactaron en esta característica: como los requerimientos para la “cadena de montaje” eran mínimos, no había necesidad de calificación en el obrero. De aquí que el nuevo movimiento obrero fuera diferente al del período anterior: “La nueva organización obrera sufre un cambio en la fuente de su poder. Mientras que los sindicatos de oficio lo basaban en el saber hacer, el nuevo sindicato lo basará en su unidad, su masividad[3]. Se pasa de la transferencia y circulación de los conocimientos dentro de los trabajadores a una dependencia de la clase dominante.La cultura obrera, que además del aprendizaje de los oficios contemplaba escuelas, ateneos, bibliotecas, prensa y grupos artísticos, comienza a disgregarse. Los trabajadores comienzan a perder autonomía y ganar dependencia.

Cabe señalar que en este período es donde empiezan a aparecer lo grandes medios de comunicación de masas (radio y TV) que cumplen en esta época un importante rol de dominación y control para el conjunto de la sociedad.

CRISIS DE LA ORGANIZACIÓN

Los gremios organizados y los sindicatos fueron las formas de organización que expresaron la cultura obrera, identidad de clase basada en la autonomía. Sin embargo, con la transformación al sindicalismo de masas “…los vínculos de identidad y pertenencia comenzaron a debilitarse y a fortalecerse los instrumentales: vínculos de tipo utilitario, para conseguir una meta, que resultan alienantes y destructores de la identidad y la autonomía (…) Pasan a convertirse en “agencias prestadoras de servicios y asesoramientos”, se produce una disociación entre el movimiento social y la acción reivindicativa y dejan de jugar un papel anticapitalista para actuar como reguladores dentro del sistema”[4]

SOBRE LOS OLVIDOS

Los cambios hacia dentro de los ámbitos de trabajo, el papel que juegan los sindicatos de masas y la instalación, progresiva y a la vez violenta, de políticas neoliberales fueron erosionando y transformando no sólo la cultura obrera sino también su memoria colectiva, destruyendo los canales que podían asegurar su transmisión.

"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.”[5]

CULTURA DE DOMINACIÓN

La crisis de la cultura obrera y su potencial desaparición implicó su reemplazo por otra. Donde antes circulaba una identidad capaz de oponer su fuerza a las diferentes formas de opresión, aparece un control disperso operado a través de herramientas, disímiles pero combinadas, como la tercerización laboral, la subocupación, la desocupación y nuevas formas de esclavitud, la acción de los medios formadores de masas y el consumismo, consolidando una nueva cultura: una cultura de dominación.

SOBRE LAS MEMORIAS

Sin embargo, por distintos medios, la memoria de esa cultura obrera de fines del siglo XIX y comienzos del XX llega hasta nosotros en este presente regido por un poder disperso pero efectivo en desarticular solidaridades, en aislar reclamos de iguales y en frenar la organización fraterna.

“Entre los trabajadores del Carro, había uno que se llamaba “copador”, faltaba uno y entraba él y copaba. Y cuando el otro hacía los cinco o seis días de la semana, un día se le daba a él, no se le daba la plata: se le daba el carro y que fuera a trabajar (la llamada “changa solidaria”). El día solidario. Entonces cada tropa, cada corral, tenía un hombre en la puerta, o dos, para ser solidarios (…) Usted iba a trabajar, cuando trabajaba dos o tres días, se equiparaba el sueldo. Yo faltaba un día a la semana y entraba a trabajar otro compañero. Se le exigía al patrón que tomara al compañero. Y así sucesivamente” Osvaldo Damonte.[6]

SOBRE EL DESPUÉS

¿Es posible rescatar la memoria de aquella cultura obrera y a partir de ella generar una cultura que recupere lo mejor de esa tradición y permita construir un presente de dignidad para los trabajadores? ¿O las crisis que devinieron en derrotas son irremontables? Responder a preguntas como éstas puede ser una tarea necesaria en este después que vivimos como presente.

f.



[1] En La razón de las masas, de Nicolás Doljanin

[2] En Historia del siglo XX, de Eric Hobsbawn

[3] En La mirada horizontal, de Raúl Zibechi

[4] Ídem nota 3

[5] En El Cordobazo, por Rodolfo Walsh

[6] Ídem nota 1

0 comentarios