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MANIFIESTA

Algunas cuestiones sobre Participación -segunda parte-

Interludio

 

            Planteadas de esta forma las circunstancias, comienza a aparecer una interesante gama de consideraciones, problemas, cuestionamientos, discusiones, confrontaciones tácitas, menosprecios, sobrevaloraciones, acusaciones, verdades contrapuestas, etcs.

            Y si bien podemos acordar que la experiencia de este brevísimo período –esto no hay que olvidarlo- es positiva para quienes buscamos construir esa otra realidad, no hay que dejar de considerar el por qué de esta categorización.

            Por un lado lo positivo se circunscribe a sí mismo, es decir, las formas en que se dieron los hechos hicieron que surgieran espacios, como los relatados en la 1º parte; que otros que ya existían se repotenciaran; y que algunos mostraran su inoperancia o desidia. Sin embargo todo esto es así en relación al pasado inmediato, en donde la naturalización de un estado de cosas indiferente, fragmentado, desidioso, conformista, impotente, muchas veces cómplice de aquello que se critica, regía la situación en los ámbitos escolares. Como, lucidamente, señaló un compañero del DE 13º ante estas nuevas situaciones que estaban sucediendo en comparación con lo inmediato anterior: “antes estábamos sobre un cementerio, ahora estamos más cerca del velorio”. Antes no pasaba nada, ahora había empezado a pasar algo.

            Pero traía muchas cosas sobre las que pensar y discutir, y la mayor parte de ellas complejamente paradojales.

 

Segunda parte

 

Contexto (II)

 

            Toda esa serie de consideraciones, discusiones –tácitas o explícitas- y cuestionamientos, pueden concentrarse en una cuestión central, que de alguna forma atraviesa todas las problemáticas, de modo tal que cada situación puede pensarse a través de ella.

            Esa cuestión central es la participación.

            Desde espacios similares a los reseñados en la primera parte, se suele reclamar, revindicar y promover una real participación. Y al mismo tiempo se denuncia y cuestiona la falsa participación.

            La necesidad de adjetivar positiva o negativamente la palabra, y el concepto implicado, demuestra, por lo menos, que existe un problema en torno a ambos, una confusión.

            En torno a estas cuestiones, que hacen pie en terrenos de lo político, la confusión suele operarse a partir de nominar un concepto a través de una palabra pero implicando -suponiendo o imponiendo- un contenido distinto, y hasta veces, antagónico.

            A modo de ejemplo, fuera de lo político: si se dice “medio de transporte”, el concepto implicado está en relación con algún aparato, máquina, artefacto, que nos permita ir de un lugar a otro. Pero el contenido dentro del concepto es variable, desde un automóvil, avión o barco a una bicicleta.

            Pero si la posible variabilidad del contenido se usa para injertar un contenido antagónico a la idea propuesta en el concepto, estamos ante una confusión, muchas veces premeditada. Ejemplo de esto es la homologación entre el acto de delegar que implica el voto cada x cantidad de tiempo y la participación ciudadana. Esta clase de confusiones están profundamente enraizadas, y naturalizadas, en nuestra sociedad.

            Una tarea, no menor, que nos debemos es desentrañar estas confusiones.

 

Encuentro (III)

 

            Un hecho adquiere carácter paradigmático de la experiencia en el DE 13º. Uno que podría aparecer, simplemente, como otro más y, sin embargo, no lo es tanto.

            Hacia fin de año realizamos un festival.

            Esto no tendría nada de extraordinario si no fuera por ciertas cuestiones que hacen del festival un signo de una búsqueda y de otra realidad, un punto de encuentro de varios recorridos. En ese festival confluyeron, en principio, dos grupos de personas que venían de pequeños procesos de construcción. Esas construcciones incipientes y la confluencia de las mismas hizo de la situación un éxito.

            Por un lado, un grupo bastante numeroso de maestras y maestros de la escuela en la que se realizó que, ante los problemas de violencia grave que se vivían, fueron encontrándose de otra forma, generando espacios que no existían para pensar, proponer, trabajar, realmente, en grupo, y dar solución a la problemática[1].

            Por otro, el grupo de maestros del 13º -de distintas escuelas del distrito- que, a través de las actividades mencionadas anteriormente, se fue agrandando, convirtiéndose en un espacio de participación genuino para la búsqueda de respuestas conjuntas a la problemática general, que afectaba a quienes se acercaban.

            Y, por último, un grupo de personas más se suma a la situación-festival: las familias, chicas y chicos del barrio Cildañez, que es donde se encuentra la escuela.

 

            Dónde está lo significativo del mencionado festival? En varios lugares. Sin embargo voy a referirme exclusivamente a un aspecto de su realización que tiene que ver con lo colectivo.

 

            La idea del festival surgió en una de las jornadas de un paro de 48hs. Los maestros de una escuela (distinta de aquella en la que se terminó realizando el festival) convocaron a las familias para contarles los por qué de la medida de fuerza, allí, y cómo parte del debate que se venía realizando, una de las mamás propone la idea de realizar un festival. Al día siguiente se hace una asamblea del distrito en donde los maestros de esa escuela cuentan la propuesta y se decide que el festival sea distrital.

            Esto llevó a la organización. El planteo fue, siempre, horizontal. Nos reunimos periódicamente con la idea de darle forma al festival. Lo esencial de esto fue que nunca hubo una idea cerrada de qué es o debería ser un festival, se trajeron propuestas, se moldearon, se pulieron y de allí salió lo que se hizo. Lo más trascendente de la realización fue la experiencia misma del festival, en donde la situación de pensarlo colectivamente, dispuso esa forma de participación hacia quienes llegaban y las actividades pensadas desde ese modo de participación hicieron que fuera un éxito de convocatoria, de participación, de organización y de alegría.

 

            Sin embargo, obviamente, no se trata de hacer festivales compulsivamente. Esta actividad, como cualquier otra, no es una receta, su realización no produce nada en sí misma o corre el riesgo de quedar en una –otra- simple anécdota.

            En este caso, insisto, se trató de la confluencia de tres grupos de personas con un vínculo que las unía, vínculo que, nuevamente, no define una identidad cerrada sino que se aproxima a una comunidad.

 

Comunidad

 

            Al igual que con la asamblea una comunidad es un grupo de personas pero no todo grupo de personas es una comunidad.

            ¿Qué será lo que hace aparecer una comunidad de una agrupación más o menos arbitraria de personas?

            Es fácil encontrar en la palabra comunidad la idea de lo común, de algo en común que une, o bien la unión de los que son como uno. En este sentido una familia, los habitantes de una ciudad o los asistentes a una escuela son usualmente considerados una comunidad, los presos forman una comunidad carcelaria, etc.          Lo que une es la pertenencia a un espacio común, una pertenencia en general arbitraria.

            Pero evidentemente no toda coincidencia en tiempo y lugar de distintas personas hacer aparecer una comunidad.

            Con lo cual una comunidad, pensada positivamente, debería ir más allá de su unión por pertenencia a un lugar, situación o lazo social, que generalmente suelen ser arbitrarios. Una idea positiva de la comunidad debería poder sostenerse en una segunda unión, en otro tipo de lazo, en otro vínculo. La primera unión, arbitraria y aleatoria, pertenece al orden del presente: se unen quienes, aquí y ahora, confluyen en un lugar y lazo social particular. ¿Es posible pensar la segunda unión en relación con el tiempo, es decir, hacia el pasado o hacia el futuro?

            La idea de la comunidad en relación con el pasado nos lleva a la noción de nación -y, consecuentemente, a la de Estado-, ya que lo que nos une es una noción arcaica[2], que la mayor de las veces es una re-construcción arbitraria de quienes detentan, o pretenden detentar, el Poder. De ese remitirse a lo arcaico es que surge la jerarquía, representada en el jerarca, que es el que, por alguna razón, está en relación directa con lo arcaico, de aquí que la idea de comunidad en relación con el pasado no propone una situación igualitaria, sino que establece jerarquías y rangos, a la vez que define un límite identitario que excluye a quienes no se remitan a ese principio primero. Con la consecuente y lógica práctica autoritaria de todo tipo de jerarquías.

 

            Podría plantearse que la condición necesaria de una comunidad es la reunión de iguales y que a partir de esa situación presente el sentido positivo aparecerá cuando ese conjunto de iguales organice su acción en relación a un objetivo común y por venir.

 

Comunidad (II)

 

            Si existe una reunión de iguales, o comunes en algo, accionando hacia un objetivo por venir aparece, o puede aparecer, otra idea de comunidad.

            El trabajo conjunto de construcción del objetivo común organiza a la reunión de iguales más allá del vínculo primario. Y a la vez dispone un nuevo vínculo que es el de accionar como-una-unidad.

            Pensar la comunidad como hacer y pensar como-una-unidad revitaliza la palabra.

            Niñas, niños, maestras y maestros ocupándose efectivamente del problema de violencia de su escuela accionan como-una-unidad, hacen aparecer la comunidad donde sólo había una reunión fragmentada de individuos, los niños por un lado, los docentes por otro –con suerte las familias en alguna parte-.

            Maestros de un distrito escolar, parcelación geográfica arbitraria, juntándose con el objetivo de crear espacios que promuevan el pensamiento colectivo, la participación y la decisión en consenso, accionan como-una-unidad, hacen aparecer la comunidad donde sólo había un –muy- difuso lazo social-laboral.

            Y una última cuestión, para nada menor, ese objetivo por venir, esa idea de lo futuro, sólo podrá generar comunidad en tanto surja del consenso del grupo de iguales, luego de, no poco arduas, discusiones, debates, enojos, marchas atrás, contraposiciones de ideas, propuestas, fracasos, éxitos, nuevos fracasos.

            Todo esto para decir que no es una tarea fácil, ni mucho menos.

 

            Parecería que la condición necesaria para que exista comunidad es la existencia de un grupo de iguales; la condición de aparición de la comunidad será aquella en la cual el grupo de iguales, reunidos ante alguna problemática particular, decidan, a la vez de dar respuesta a esa particularidad, un objetivo común que los hace trabajar, construir, pensar como-una-unidad.

 

            Este neologismo de como-una-unidad encierra una interesante potencialidad.

            Por un lado implica una acción conjunta. Pero lo más importante es que no institucionaliza un Uno cerrado, una unidad arquetípica[3] en la cual los iguales deben encajar. En ese como-si- (del como-una-unidad ) esta contemplada, respetada y potenciada la multiplicidad de los individuos.

            Todo institución, o esquema institucional, establece una Unidad, un Uno. Para pertenecer a ese Uno cualquier individuo necesariamente tiene que someter su multiplicidad, abandonarla. Sólo unificándose, homologándose, uniformándose con lo Uno delimitado es posible ser tenido en cuenta.

            Nada más lejos de la comunidad que la homologación y la uniformidad[4].

            Nada más lejos de la comunidad que una institución.

 

            La comunidad es la acción de un grupo de individuos que se reconocen iguales, más allá del lazo social arbitrario, que consensúan un objetivo trascendente a ese lazo que los reúne en el presente.

            En la comunidad, en el pensar y hacer como-una-unidad, no hay pertenencia, hay participación.

 

            La comunidad es un acto lanzado hacia adelante, a lo por venir.



[1] Por ejemplo se realizaron reuniones al mediodía, ya que la escuela es de jornada simple, en presencia del supervisor del distrito, sin embargo lo significativo pasó, para algunos, inadvertido: lo significativo fue que se reunían los maestros de ambos turnos a intentar resolver el problema común, esto produjo algunas propuestas que luego fueron modificando progresivamente la problemática en cuestión.

[2] La idea de lo arcaico proviene de la palabra griega arkhé, esto es, el principio primero. Los filósofos presocráticos buscaban este principio primero que explicara el origen del universo.

[3] Otra vez la noción de arkhé

[4] Vale decir, no hay comunidad por usar el mismo teléfono celular. No hay comunidad carcelaria por estar todos recluidos en un mismo penal. No hay comunidad educativa por enseñar y aprender en el mismo edificio. Hay consumo, reclusión y educación. La comunidad es muy otra cosa.

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