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MANIFIESTA

Sobre las virgenes

En el día de la virgen. A todas ellas, ahí va…

 

La murga de la Virgencita
(Beilinson - Solari)

 

 

 

Marita lo hace por la guita
con los bomberos del cuartel
Su barrio es tan inclemente
y su comparsa siempre es cruel.

Sueña con que su rollo sea
película de amores suaves.

La murga de la virgencita
ese aguijón picante y miel.
Se tambalea en sus tacones
no tiene nada que perder...

Nunca pudo comer del queso
sin que la trampera la aplaste.

Los coches van y vienen
y su ilusión fulana
se empolva la nariz
muerde el labio y va otra vez
para ahogar arcadas gusto a menta
junto con sus bostezos.

Sus chulos son legión
de "cucharangos" que hacen temblar
de miedo su boquita.
Ay! Ay! mi virgencita.

Se maquilla la piel
para el Túnel de amor
y también para su Tren fantasma
(con la boquita seca)
Será el propio buen Dios
quién toca así el tambor
y que ahuyenta su clientela
y la aflije con tristezas.

Pilchitas de poliester
y santidad de virgen.

Milagro más, milagro menos
otra polilla en busca de la luz.
La murga de esa virgencita
que no quiere besar a nadie...

 

 

Su refugio es la noche, o la tarde que ya se acaba. Nadie se referencia en ellas, son parte del sumidero de la historia, escuchando historias de amores rotos, curando corazones por 5 o 10 minutos, pocos las quieren, solo sus hijos saben de su esfuerzo, curando el corazón ajeno.

Si tuviéramos el coraje de esas vírgenes, que no seríamos capaces de hacer.

La noche enseña sueños de gente despierta, otros sueños de los que sueñan los durmientes, que realidades dispararan esos sueños, que solo el gueto oye. Ahí van con sus vestidos de fiestas negras, provocando todo lo oculto.

Ellas son el resumen de todo lo oculto, cuanto dolor deben tener sus orejas, cuanto, quien se podrá atrever a resumirlo.

Llegará la noche, en que sus sueños, sueñen dulces cosas, ya sin las necesidades de cubrir el dolor ajeno, que en el acto de la escucha cura.

Que diferencia con nuestros trabajos, nosotros oímos desde el lugar aceptado, de escuchar para saber que decir, ellas solo escuchan los dolores ajenos, quién las escuchará a ellas, y qué será que contestan en sus citas de cura.

Cuando se junten las escuchas, nos acercaremos a una noche que será para todos, donde los sueños, dejen de ser secretos, para llamar a que todos marchemos en las murgas que queramos.

Vale, salud para ellas!

Leandro Otero

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